Reflexión inspirada en el evangelio
según san Lucas 16, 1-13
“No
podéis servir a Dios y al dinero”.
El evangelista Marcos resume
correctamente el mensaje de Jesús cuando dice que «proclamaba la Buena Noticia
de Dios» y predicaba: «El Reino de Dios está cerca. Convertíos creed la Buena
Noticia». Son pocos los que sospechan el desafío y la provocación que encierran
estas palabras aparentemente tan piadosas e inofensivas.
Jesús cuestiona, antes que nada, la
manera de entender la realidad que domina hoy en el mundo occidental. Nuestra
visión es estrecha y unidimensional. Para el hombre moderno, la realidad
termina donde termina nuestra capacidad de comprobar las cosas. No hay nada más
que lo que nosotros podemos verificar (!). Frente a este «ateísmo práctico» que
configura la cultura moderna, Jesús habla de Dios. Hay otra dimensión que está
más allá del mundo visible de nuestra experiencia ordinaria; la realidad es más
rica y profunda que lo que la ciencia nos quiere hacer creer: hay Dios.
Esta Realidad que Jesús llama Dios
no es algo tenebroso para el ser humano. No es tampoco un Ídolo insaciable al
que las diversas religiones se esfuerzan por aplacar. Dios es una «Buena
Noticia», pues lo único que busca es una vida digna y dichosa para todos. Es un
grave error que la cultura moderna arranque de las conciencias la fe en este
Dios, pues es dejar al ser humano sin su fuerza más poderosa de orientación y
realización.
Olvidado ese Dios que defiende la
vida y dignidad de todo ser humano, incluso del más indefenso y desgraciado,
Occidente va desarrollando una idolatría cada vez más masiva y decadente.
Obsesionados por el culto al dinero, al bienestar, a la satisfacción material o
el poder, estamos cada vez más ciegos para ver las víctimas sacrificadas en honor
de nuestros ídolos. Los políticos más poderosos justifican de manera vergonzosa
el egoísmo increíble de Occidente, y las Iglesias, domesticadas por la cultura
del bienestar, no tienen fuerza para gritar y despertar las conciencias.
La llamada de Jesús es más actual
que nunca. «No podéis servir a Dios y al dinero». Hay que cambiar nuestra
manera de ver la realidad. Hay que centrar de nuevo la historia en ese Dios que
nos recuerda la dignidad de todo ser humano. Hemos de transformar las
conciencias y rebelamos frente a la indignidad de esta civilización. Al menos,
que no cuenten con los que queremos seguir a Jesús.
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