Reflexión inspirada
en el evangelio según san Lucas 13,22-30
Entrar por la puerta estrecha.
La tolerancia ocupa hoy un lugar
eminente entre las virtudes más apreciadas en Occidente. Así lo confirman todas
las encuestas. Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado
sobre todo en el área de lo sexual, lo político o lo religioso. Las jóvenes
generaciones no soportan ya la intolerancia y la falta de respeto al otro.
Todos hemos de celebrar este nuevo clima
social después de siglos de intolerancia y de violencia perpetrada muchas veces
en nombre de la religión o del dogma. Cómo se estremece hoy nuestra conciencia
al leer obras como la excelente novela de Miguel Delibes, El hereje, y qué gozo
experimenta nuestro corazón ante ese canto apasionado a la tolerancia y a la
libertad de pensamiento.
Todo ello no impide que seamos críticos
con un tipo de «tolerancia» que más que virtud o ideal humano, es desafección
hacia los valores e indiferencia grande ante el sentido de cualquier proyecto
humano: cada uno puede pensar lo que quiera y hacer lo que le dé la gana porque
poco importa lo que el ser humano haga con su vida. Esta «tolerancia» nace
cuando faltan principios claros para distinguir el bien del mal y cuando las
exigencias morales quedan diluidas o se mantienen bajo mínimos.
La verdadera tolerancia no es «nihilismo
moral» ni cinismo o indiferencia ante la erosión actual de valores. Es respeto
a la conciencia del otro, apertura a todo valor humano, interés por todo lo que
hace al ser humano más digno de este nombre. La tolerancia es un gran valor, no
porque no haya verdad objetiva ni moral alguna, sino porque el mejor modo de
acercarnos a ellas es el diálogo y la apertura mutua.
Cuando no es así, pronto queda
desenmascarada. Se presume de tolerancia, pero se reproducen nuevas exclusiones
y discriminaciones, se afirma el respeto a todo y a todos, pero se descalifica
y ridiculiza aquello que molesta. ¿Cómo explicar que en una sociedad que se
proclama tolerante brote de nuevo la xenofobia o se alimente la burla de lo
religioso?
En la dinámica de toda verdadera
tolerancia hay un deseo de buscar siempre lo mejor para el ser humano. Ser
tolerante es dialogar, buscar juntos, construir un futuro mejor sin despreciar
ni excluir a nadie. Pero la tolerancia no es irresponsabilidad, abandono de
valores, olvido de las exigencias morales. La llamada de Jesús a entrar por la
«puerta estrecha» no tiene nada que ver con un rigorismo crispado y estéril,
pero sí es una llamada a vivir radicalmente sin olvidar las exigencias a veces
apremiantes de toda vida digna del ser humano.
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