Reflexión
inspirada en el evangelio según san Marcos 10,17-30
Una cosa te falta…
Vivimos en la «cultura del tener». Esto
es lo que se afirma de diversas maneras en casi todos los estudios que analizan
la sociedad occidental. Poco a poco el estilo de vida del hombre contemporáneo
se va orientando hacia el tener, acaparar y poseer. Para muchos es la única
tarea rentable y sensata. Todo lo demás viene después.
Ciertamente ganar dinero, poder comprar
cosas y poseer toda clase de bienes produce bienestar. La persona se siente más
segura, más importante, con mayor poder y prestigio. Pero cuando la vida se
orienta sólo en la dirección del acaparar siempre más y más, la persona puede
terminar arruinando su ser.
El tener no basta, no sostiene al
individuo, no le hace crecer. Sin darse cuenta, la persona va introduciendo
cada vez más necesidades artificiales en su vida. Poco a poco va olvidando lo
esencial. Se rodea de objetos, pero se incapacita para la relación viva con las
personas. Se preocupa de muchas cosas pero no cuida lo importante. Pretende
responder a sus deseos más hondos satisfaciendo necesidades periféricas. Vive
en el bienestar pero no se siente bien.
Éste es precisamente uno de los
fenómenos más paradójicos en la sociedad actual: el número de personas
«satisfechas» que terminan cayendo en la frustración y el vacío existencial. Desde
su amplia y reconocida labor psicoterapeuta, Viktor Frankl ha mostrado la razón última de este «vacío
existencial». Cogidas por el bienestar, estas personas olvidan que, para
desplegar su ser, el individuo necesita salir de sí mismo, servir a una causa,
entregarse, amar a alguien, compartir. Sin esta «autotrascendencia» no hay
verdadera felicidad.
De este vacío no libera ni la religión
cuando también ella se convierte en objeto de consumo. La persona «tiene»
entonces una religión, pero su corazón está lejos de Dios; posee un catálogo de
verdades que confiesa con los labios pero no se abre a la verdad de Dios. Trata
de acumular méritos pero no crece en capacidad de amar.
Es significativa la escena del evangelio.
Un rico se acerca a Jesús. No le pregunta por esta vida pues la tiene
asegurada. Lo que quiere es que la religión le asegure la vida eterna. Jesús le
habla claro: «Una cosa te falta:
liberarte de tus bienes y aprender a compartir con los necesitados».
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