Reflexión inspirada
en el evangelio según san Marcos 10,2-16
“Lo que Dios ha unido…”
Hoy se habla cada vez menos de
fidelidad. Basta escuchar ciertas conversaciones para constatar un clima muy
diferente. “Hemos pasado las vacaciones cada uno por su cuenta”. “Mi marido
tiene una amante, me costó aceptarlo, pero ¿qué podía hacer?”. “Es que sólo con
mi marido me aburro”.
Algunas parejas consideran que el amor
es algo espontáneo. Si brota y permanece vivo, todo va bien. Si se enfría y
desaparece, la convivencia resulta intolerable. Entonces lo mejor es separarse
“de manera civilizada”.
No todos reaccionan así. Hay parejas que
se dan cuenta de que ya no se aman, pero no por eso desean separarse, sin que
puedan explicarse exactamente por qué. Sólo se preguntan hasta cuándo podrá
durar esa situación.
Hay también quienes han encontrado un
amor fuera de su matrimonio y se sienten tan atraídos por esa nueva relación
que no quieren verse privados de ella. No quieren perderse nada. Ni su
matrimonio ni ese amor extramatrimonial. Pero no saben cómo navegar entre
ambos.
Las situaciones son muchas y, con
frecuencia, muy dolorosas. Mujeres que lloran en secreto su abandono y
humillación. Esposos que se aburren en una relación insoportable. Niños tristes
que sufren el desamor de sus padres.
Estas parejas no necesitan ahora una
receta para salir de su situación. Sería demasiado fácil. Lo primero que les
podemos ofrecer es respeto, escucha discreta, aliento para vivir y, tal vez,
una palabra lúcida de orientación. Sin embargo, puede ser oportuno recordar
algunos pasos fundamentales que siempre es necesario dar.
Lo primero es no renunciar al diálogo.
Hay que esclarecer la relación. Desvelar con sinceridad lo que siente y vive
cada uno. Tratar de entender lo que se oculta tras ese malestar creciente.
Descubrir lo que no funciona. Poner nombre a tantos agravios mutuos que se han
ido acumulando sin ser nunca elucidados.
Pero el diálogo no basta. Estas
situaciones no se resuelven sin generosidad y espíritu de nobleza. Si cada uno
se encierra en una postura de egoísmo mezquino, el conflicto se agrava, los
ánimos se crispan y lo que un día fue amor se convierte en odio secreto y mutua
destrucción.
Hay que recordar también que el amor se
vive en la vida ordinaria y repetida de lo cotidiano. Es pura ilusión querer
escapar de ello. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento
compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor.
La frase de Jesús: “Lo que Dios ha
unido, no lo separe el hombre” tiene sus exigencias mucho antes de que llegue
la ruptura, pues las parejas se van separando poco a poco, en la vida de cada
día.
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