Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 14, 22-33
“Echó a andar sobre
el agua”
Son muchos los
creyentes que estos últimos años se han sentido a la intemperie y como
desamparados en medio de una crisis y confusión general.
Los pilares en
los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente
desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del Papa, el
magisterio de los Obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones
religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos
creando un malestar y una confusión antes desconocidos. La «falta de acuerdo»
en los mismos sacerdotes y hasta en los Obispos les ha sumido en el
desconcierto.
Con mayor o
menor sinceridad, son bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos creer? ¿A
quién debemos escuchar? ¿Qué dogma hay que aceptar? ¿Qué moral hay que seguir?
Y son muchos los que, al no poder responder a estas preguntas con la certeza de
otros tiempos, tienen la sensación de estar «perdiendo la fe».
Sin embargo, no
debemos confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o
principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar
concepción del hombre, su tarea y su destino último.
Pero ser
creyente es algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una
apertura confiada a Jesucristo como sentido último de toda nuestra vida,
criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos, y esperanza última de
nuestro futuro.
Por eso, se
puede ser verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza
determinados aspectos de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también
afirmar con seguridad absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir
entregados a Dios en actitud de fe.
Mateo nos ha
descrito la verdadera fe al presentar a Pedro que «caminaba sobre el agua»
acercándose a Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra
firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones,
argumentos y definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por
nuestra confianza en él.
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