EXPERIENCIA DECISIVA
Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 6, 51-58
El que me come vivirá por mí.
Como es natural, la celebración de la
misa ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Según la época, teólogos y
liturgistas han ido destacando algunos aspectos y descuidando otros. La misa ha
servido de marco para celebrar coronaciones de reyes y papas, para rendir
homenajes o para conmemorar victorias de guerra. Los músicos la han convertido
en concierto. Los pueblos la han integrado en sus devociones y costumbres
religiosas...
Después de veinte siglos, puede ser
necesario recordar algunos de los rasgos esenciales de la última Cena del
Señor, tal como era recordada y vivida por las primeras generaciones
cristianas.
En el fondo de esa cena hay algo que
jamás será olvidado: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de Jesús
no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su ausencia.
Sus discípulos no se quedan solos, a merced de los avatares de la historia. En
el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo
vivo y operante. Aquí está el secreto de su fuerza.
De él se alimenta la fe de sus
seguidores. No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a
«comer». Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo, necesitamos reunimos a
escuchar sus palabras e introducirlas en nuestro corazón, y acercamos a
comulgar con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia
nos puede ofrecer alimento más sólido.
No hemos de olvidar que «comulgar» con
Jesús es comulgar con alguien que ha vivido y ha muerto «entregado» totalmente
por los demás. Así insiste Jesús. Su cuerpo es un «cuerpo entregado» y su
sangre es una «sangre derramada» por la salvación de todos. Es una
contradicción acercamos a «comulgar» con Jesús, resistiéndonos egoístamente a
preocuparnos de algo que no sea nuestro propio interés.
Nada hay más central y decisivo para los
seguidores de Jesús que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de
cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a
Jesús, nos alimenta de su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a
vivir en actitud de servicio fraterno, y nos sostiene en la esperanza del
reencuentro final con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario