Reflexión
inspirada en el evangelio según san Juan 10, 1-10
“Yo soy la puerta.”
El evangelio de Juan presenta a
Jesús con imágenes originales y bellas. Quiere que sus lectores descubran que
sólo él puede responder plenamente a las necesidades más fundamentales del ser
humano. Jesús es «el pan de la vida»: quien se alimente de él, no tendrá
hambre. Es «la luz del mundo»: quien le siga, no caminará en la oscuridad. Es
«el buen pastor»: quien escuche su voz, encontrará la vida.
Entre estas imágenes hay una,
humilde y casi olvidada, que, sin embargo, encierra un contenido profundo. «Yo
soy la puerta». Así es Jesús. Una puerta abierta. Quien le sigue, cruza un
umbral que conduce a un mundo nuevo: una manera nueva de entender y vivir la
vida.
El evangelista lo explica con tres
rasgos: «Quien entre por mí, se salvará». La vida tiene muchas salidas. No
todas llevan al éxito ni garantizan una vida plena. Quien, de alguna manera,
«entiende» a Jesús y trata de seguirle, está entrando por la puerta acertada.
No echará a perder su vida. La salvará.
El evangelista dice algo más. Quien
entra por Jesús, «podrá salir y entrar». Tiene libertad de movimientos. Entra
en un espacio donde puede ser libre, pues sólo se deja guiar por el Espíritu de
Jesús. No es el país de la anarquía o del libertinaje. «Entra y sale» pasando
siempre a través de esa «puerta» que es Jesús, y se mueve siguiendo sus pasos.
Todavía añade el evangelista otro
detalle: quien entre por esa puerta que es Jesús «encontrará pastos», no pasará
hambre ni sed. Encontrará alimento sólido y abundante para vivir.
Cristo es la «puerta» por la que hemos
de entrar también hoy los cristianos, si queremos reavivar nuestra identidad.
Un cristianismo formado por bautizados que se relacionan con un Jesús mal
conocido, vagamente recordado, afirmado de vez en cuando de manera abstracta,
un Jesús mudo que no dice nada especial al mundo de hoy, un Jesús que no toca
los corazones... es un cristianismo sin futuro.
Sólo Cristo nos puede conducir a un
nivel nuevo de vida cristiana, mejor fundamentada, motivada y alimentada en el
evangelio. La “Misión Territorial” que se propone debiera permitir que cada uno
de nosotros pueda contribuir a que, en la Iglesia de los próximos años, se sienta
y se viva a Jesús de manera más viva y apasionada. Podemos hacer que la Iglesia
sea más de Jesús.
Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas - Chile
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