domingo, 25 de mayo de 2014

VIVIR EN LA VERDAD DE JESÚS


Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 14, 15-21

“El Espíritu de la verdad.”

No hay en la vida una experiencia tan misteriosa y sagrada como la despedida del ser querido que se nos va más allá de la muerte. Por eso, el evangelio de Juan trata de recoger en la despedida última de Jesús su testamento: ¿qué van a hacer ahora sin Jesús?

Una cosa es muy clara para el evangelista. El mundo no va a poder «ver» ni «conocer» la verdad que se esconde en Jesús. Para muchos, Jesús habrá pasado por este mundo como si nada hubiera ocurrido; no dejará rastro alguno en sus vidas. Se necesitan unos ojos nuevos. Sólo quienes lo aman podrán experimentar que Jesús está vivo y hace vivir.

Jesús es la única persona que merece ser amada de manera absoluta. Quien lo ama así, no puede pensar en él como si fuera alguien que pertenece al pasado. Su vida no es un recuerdo. El que ama a Jesús vive sus palabras, «guarda sus mandamientos», se va «llenando» de Jesús.

No es fácil expresar esta experiencia. El evangelista la llama el «Espíritu de la verdad». Es una expresión muy acertada, pues Jesús se va convirtiendo en una fuerza y una luz que nos hace «vivir en la verdad». Cualquiera que sea el punto en que nos encontremos en la vida, acoger en nosotros a Jesús nos lleva hacia la verdad.

Este «Espíritu de la verdad» no hay que confundirlo con una doctrina. No se encuentra en los estudios de los teólogos, ni en los documentos del magisterio. Según la promesa de Jesús, «vive con nosotros y está en nosotros». Lo escuchamos en nuestro interior y resplandece en la vida de quien sigue los pasos de Jesús de manera humilde, confiada y fiel.

El evangelista lo llama también «Espíritu defensor» porque, ahora que Jesús no está físicamente con nosotros, nos defiende de lo que nos podría separar de él. Este Espíritu «está siempre con nosotros». Nadie lo puede asesinar como a Jesús. Seguirá siempre vivo en el mundo. Si lo acogemos en nuestra vida, no nos sentiremos huérfanos y desamparados.

Tal vez la conversión que más necesitamos hoy los cristianos es ir pasando de una adhesión verbal, rutinaria y poco real a Jesús, hacia la experiencia de vivir enraizados en su «Espíritu de la verdad».

Boletín semanal de la Diócesis de Punta Arenas - Chile








domingo, 18 de mayo de 2014

¿QUÉ ES EL CRISTIANISMO?


Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 14, 1-12

“Yo soy el camino, la verdad y la vida.”

Los cristianos de la primera y segunda generación nunca pensaron que, con ellos, estaba naciendo una religión. De hecho, no sabían con qué nombre designar a aquel movimiento que iba creciendo de manera insospechada. Todavía vivían impactados por el recuerdo de Jesús al que sentían vivo en medio de ellos.

Por eso, los grupos que se reunían en ciudades como Corinto o Éfeso comenzaron a llamarse «iglesias», es decir, comunidades que se van formando convocadas por una misma fe en Jesús. En otras partes, al cristianismo lo llamaban «el camino». Un escrito redactado hacia el año 67 y que se llama Carta a los hebreos dice que es un «camino nuevo y vivo» para enfrentarse a la vida. El camino «inaugurado» por Jesús y que hay que recorrer «con los ojos fijos en él».

No hay duda alguna. Para estos primeros creyentes, el cristianismo no era propiamente una religión sino una forma nueva de vivir. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender juntos a vivir como Jesús en medio de aquel vasto imperio. Aquí estaba su fuerza. Esto era lo que podían ofrecer a todos.

En este clima se entienden bien las palabras que el cuarto evangelio pone en boca de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Este es el punto de arranque del cristianismo. Cristiano es un hombre o una mujer que en Jesús va descubriendo el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse, el secreto más esperanzador de la vida.

Este camino es muy concreto. De poco sirve sentirse conservador o declararse progresista. La opción que hemos de hacer es otra. O nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir desde Jesús. Hay que elegir.


Indiferencia hacia los que sufren o compasión bajo todas sus formas. Sólo bienestar para mí y los míos o un mundo más humano para todos. Intolerancia y exclusión de quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora hacia todos. Olvido de Dios o comunicación confiada en el Padre de todos. Fatalismo y resignación o esperanza última para la creación entera.






domingo, 11 de mayo de 2014

ATINAR CON LA PUERTA



Reflexión inspirada en el evangelio según san Juan 10, 1-10

“Yo soy la puerta.”

El evangelio de Juan presenta a Jesús con imágenes originales y bellas. Quiere que sus lectores descubran que sólo él puede responder plenamente a las necesidades más fundamentales del ser humano. Jesús es «el pan de la vida»: quien se alimente de él, no tendrá hambre. Es «la luz del mundo»: quien le siga, no caminará en la oscuridad. Es «el buen pastor»: quien escuche su voz, encontrará la vida.

Entre estas imágenes hay una, humilde y casi olvidada, que, sin embargo, encierra un contenido profundo. «Yo soy la puerta». Así es Jesús. Una puerta abierta. Quien le sigue, cruza un umbral que conduce a un mundo nuevo: una manera nueva de entender y vivir la vida.

El evangelista lo explica con tres rasgos: «Quien entre por mí, se salvará». La vida tiene muchas salidas. No todas llevan al éxito ni garantizan una vida plena. Quien, de alguna manera, «entiende» a Jesús y trata de seguirle, está entrando por la puerta acertada. No echará a perder su vida. La salvará.

El evangelista dice algo más. Quien entra por Jesús, «podrá salir y entrar». Tiene libertad de movimientos. Entra en un espacio donde puede ser libre, pues sólo se deja guiar por el Espíritu de Jesús. No es el país de la anarquía o del libertinaje. «Entra y sale» pasando siempre a través de esa «puerta» que es Jesús, y se mueve siguiendo sus pasos.

Todavía añade el evangelista otro detalle: quien entre por esa puerta que es Jesús «encontrará pastos», no pasará hambre ni sed. Encontrará alimento sólido y abundante para vivir.

Cristo es la «puerta» por la que hemos de entrar también hoy los cristianos, si queremos reavivar nuestra identidad. Un cristianismo formado por bautizados que se relacionan con un Jesús mal conocido, vagamente recordado, afirmado de vez en cuando de manera abstracta, un Jesús mudo que no dice nada especial al mundo de hoy, un Jesús que no toca los corazones... es un cristianismo sin futuro.


Sólo Cristo nos puede conducir a un nivel nuevo de vida cristiana, mejor fundamentada, motivada y alimentada en el evangelio. La “Misión Territorial” que se propone debiera permitir que cada uno de nosotros pueda contribuir a que, en la Iglesia de los próximos años, se sienta y se viva a Jesús de manera más viva y apasionada. Podemos hacer que la Iglesia sea más de Jesús. 





Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas - Chile









domingo, 4 de mayo de 2014

RECORDAR MÁS A JESÚS


Reflexión inspirada en el evangelio según san Lucas 24, 13-35

El relato de los discípulos de Emaús nos describe la experiencia vivida por dos seguidores de Jesús mientras caminan desde Jerusalén hacia la pequeña aldea de Emaús, a ocho kilómetros de distancia de la capital. El narrador lo hace con tal maestría que nos ayuda a reavivar también hoy nuestra fe en Cristo resucitado.

Dos discípulos de Jesús se alejan de Jerusalén abandonando el grupo de seguidores que se ha ido formando en torno a él. Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo. Sin él, no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir Jesús, muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir la fe en Jesús?

Sin embargo, estos discípulos siguen hablando de Jesús. No lo pueden olvidar. Comentan lo sucedido. Tratan de buscarle algún sentido a lo que han vivido junto a él. «Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos». Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos, ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando?

La intención del narrador es clara: Jesús se acerca cuando los discípulos lo recuerdan y hablan de él. Se hace presente allí donde se comenta su evangelio, donde hay interés por su mensaje, donde se conversa sobre su estilo de vida y su proyecto. ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de él?

Jesús está interesado en conversar con ellos: «¿Qué conversación es ésa que traen mientras van de camino?» No se impone revelándoles su identidad. Les pide que sigan contando su experiencia. Conversando con él, irán descubriendo su ceguera. Se les abrirán los ojos cuando, guiados por su palabra, hagan un recorrido interior. Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y conversamos más con él, nuestra fe revivirá.

Los discípulos le hablan de sus expectativas y decepciones; Jesús les ayuda a ahondar en la identidad del Mesías crucificado. El corazón de los discípulos comienza a arder; sienten necesidad de que aquel "desconocido" se quede con ellos. Al celebrar la cena eucarística, se les abren los ojos y lo reconocen: ¡Jesús está con ellos!

Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.

Boletín dominical de la Diócesis de Punta Arenas - Chile