Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 22, 34-40
Reflexión inspirada en el evangelio según san Mateo 22, 34-40
A cualquier cosa se le llama hoy «amor».
Pocas realidades han quedado tan desfiguradas por la propagación de ideas,
costumbres y corrientes de todo tipo. No es, por ello, superfluo tratar de
algunos mitos que circulan entre nosotros.
Para bastantes personas, «amar»
significa sentir una atracción de carácter sentimental o sexual. Esta atracción
desencadena un comportamiento amoroso de entrega a otro; cuando esa atracción
se apaga, desaparece el amor. Este mito del «amor romance» contiene, como todos
los mitos, verdad. En esa relación hay muchas veces amor verdadero. Pero esa
atracción puede surgir también de la biología, del aburrimiento, del egoísmo o
del afán de aventura.
Está también bastante extendido el mito
de que, si se ama, se termina siempre sufriendo, y no poco. Es cierto que amar
es arriesgarse; quien ama puede experimentar en algún momento el desengaño, la
decepción e, incluso, la traición. Pero es falso relacionar el amor con el
sufrimiento. El dolor es inevitable para todos. Pero lo es todavía más si una
persona se va encerrando egoístamente en sí misma sin amar ni dejarse amar.
Existe también el mito que exalta el
amor como la panacea que lo resuelve todo. Algunos piensan que lo importante
para la persona es encontrar «el amor de su vida». Este amor terminará con su
soledad, transformará su vida, les aportará seguridad y alegría. Qué duda cabe
que una experiencia amorosa sana es un estímulo inapreciable para vivir. Pero,
lo es, sobre todo, cuando la persona no se contenta con «recibir amor», sino
que desarrolla su capacidad de amar y no sólo al «ser amado», sino también a
quienes día a día va encontrando en su camino.
El mito de la espontaneidad dice que el
amor ha de ser espontáneo. De lo contrario, es algo forzado, artificial y
falso. Sin duda, el amor puede nacer de forma espontánea. Lo falso es pensar
que ésa es la única forma de amar. En realidad el amor es un arte que se ha de
aprender día a día, muchas veces en circunstancias adversas. Amar significa
comprender, perdonar, respetar, aliviar el sufrimiento del otro, y todo esto no
brota siempre espontáneamente. Se necesita atención, esfuerzo, determinación.
Otro mito dice que amar es difícil y
complicado. Lo importante es encontrar un espacio en la sociedad y establecer
relaciones «interesantes» con las personas. La pareja y los amigos interesan en
la medida en que te ayudan a soportar la vida. Sin embargo, el ser humano está
hecho para amar y no sólo para ser amado. La persona conoce una alegría honda
cuando es capaz de amar y de amar gratuitamente.
El verdadero amor cristiano se aprende
de Jesucristo. Es él quien nos enseña a amar no sólo a quien despierta en
nosotros una atracción agradable, sino también a aquellos que necesitan una
mano amiga que los sostenga. «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.» Más aún: «Ámense unos a otros como yo los he amado.»
(J. A. Pagola).